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Un refugio para los sentidos donde la materia se convierte en atmósfera Hay espacios que no se miran, se sienten. Lugares donde la arquitectura no se impone, sino que susurra. Donde los materiales hablan con voz baja, la luz dibuja silencios y el agua encuentra su lugar como si siempre hubiera estado ahí. A eso se le podría llamar arquitectura sensorial de tierra y agua: un lenguaje espacial que no busca protagonismo, sino presencia. Una forma de habitar el mundo con los pies descalzos, la piel atenta y los sentidos despiertos.